El agua es vida, pero en el viñedo, cada gota cuenta de manera distinta según el momento en que llegue. La imagen de una hoja mojada en pleno verano puede significar alivio o preocupación, dependiendo de las condiciones de la cepa y del suelo.
Después de semanas de calor intenso, una lluvia de verano puede refrescar el viñedo, reducir el estrés hídrico de la planta y mejorar su capacidad de maduración. Sin embargo, si la humedad persiste demasiado tiempo, el riesgo de hongos y enfermedades aumenta, comprometiendo la calidad de la uva.
Además, en la fase previa a la vendimia, un exceso de agua puede diluir los azúcares y aromas de la uva, afectando la concentración de los vinos. Por eso, en muchas bodegas, la lluvia de verano se observa con atención y, en algunos casos, se toman medidas como la gestión del follaje para asegurar una correcta ventilación.
En la viña, cada fenómeno natural deja su huella en el vino. Una simple hoja mojada nos recuerda que la viticultura es un equilibrio constante entre lo que la naturaleza ofrece y lo que el viticultor sabe aprovechar.
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