Después de la vendimia y el prensado, quedan toneladas de orujo, formado por pieles, pepitas y restos de pulpa de la uva. Pero lejos de ser un desperdicio, este subproducto tiene una segunda vida con beneficios sorprendentes.
Uno de sus usos más comunes es como abono natural. Rico en materia orgánica, el orujo puede devolverse a los viñedos para mejorar la estructura del suelo, aportando nutrientes esenciales y ayudando a retener la humedad. Su uso en compostaje también lo convierte en un fertilizante ecológico ideal.
Además, estas pieles y semillas contienen antioxidantes naturales como los polifenoles, que se utilizan en la industria cosmética y farmacéutica por sus propiedades beneficiosas para la piel y la salud.
Otro uso tradicional del orujo es en la destilación para obtener aguardientes como el orujo o la grappa, aprovechando los azúcares y compuestos aromáticos que aún quedan en los restos de la uva.
Lejos de ser un simple residuo, el orujo es un recurso valioso en la viticultura y otras industrias, cerrando el ciclo de producción y aportando beneficios al medioambiente.
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