El color del vino no es lo que crees

Si crees que un vino tinto siempre será rojo y uno blanco será amarillo, estás solo viendo la superficie. El color del vino es un reflejo de su evolución, pero también de factores inesperados que pueden cambiar por completo su tonalidad. Más allá del envejecimiento y la crianza, hay elementos menos conocidos que afectan el color de una copa y pueden sorprender incluso a los más experimentados.

1. El color puede cambiar en minutos

¿Alguna vez has servido un vino y, al cabo de unos minutos, has notado que su color parece distinto? Esto no es una ilusión óptica, sino un efecto real causado por la oxidación instantánea. Los vinos tintos contienen antocianos, pigmentos que reaccionan al oxígeno y pueden hacer que el color se intensifique, se vuelva más opaco o incluso adquiera reflejos anaranjados. Algunos vinos blancos, en cambio, pueden oscurecerse levemente en cuestión de minutos si han estado mal conservados.

2. La temperatura también pinta el vino

Si enfrías demasiado un vino tinto, este puede parecer más apagado y menos brillante. A temperaturas bajas, los pigmentos se contraen y reflejan menos luz, haciendo que el color parezca más opaco. Por el contrario, un vino que se calienta demasiado puede parecer más turbio, especialmente si tiene sedimentos en suspensión.

3. Los cristales de la copa engañan al ojo

El mismo vino puede verse diferente dependiendo del cristal en el que lo sirvas. Las copas con un ligero tinte (incluso imperceptible a simple vista) pueden modificar nuestra percepción del color. Un experimento realizado por expertos en percepción visual demostró que los vinos tintos servidos en copas con un leve tono azul parecían más oscuros que aquellos servidos en copas completamente transparentes.

4. La luz en la sala cambia todo

Si observas un vino bajo luz natural, su color puede parecer vibrante y nítido, pero bajo una iluminación artificial cálida (como la de muchas bodegas y restaurantes), los blancos pueden volverse más dorados y los tintos más opacos. La razón está en la forma en que la luz incide sobre los pigmentos y los reflejos que genera en la copa.

5. Un vino blanco puede volverse rosa (y no es un rosado)

Este es un fenómeno poco común pero fascinante: algunos vinos blancos, especialmente aquellos elaborados con ciertas variedades de uva como Chardonnay o Sauvignon Blanc, pueden adquirir un leve tinte rosado si han sido expuestos a ciertos compuestos fenólicos durante la fermentación. Esto suele ocurrir por una ligera oxidación o por contacto con las pieles de la uva durante un tiempo mayor al habitual.

Conclusión: No te fíes solo del color

El color del vino es una pista, pero no una verdad absoluta. Puede cambiar en minutos, depender de la luz, la copa o incluso la temperatura. La próxima vez que sirvas una copa, experimenta: obsérvala en distintas condiciones y descubre cómo un mismo vino puede parecer distinto dependiendo del entorno.

Así que sí, el color del vino no es lo que crees. O al menos, no es tan simple como parece.

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