Con la llegada de la primavera, la vid despierta de su letargo invernal y comienza un proceso silencioso pero fundamental: el lloro. Esta imagen captura ese instante en el que una lágrima de savia resbala por la herida de la poda, señal de que la planta vuelve a la vida.
Este fenómeno ocurre cuando la temperatura del suelo comienza a subir y las raíces reactivan su actividad, absorbiendo agua y nutrientes. La presión interna empuja la savia hacia los cortes de poda, donde se libera en forma de gotas. Este llanto natural puede durar varios días hasta que las yemas brotan y la vid inicia su nuevo ciclo vegetativo.
Lejos de ser un simple detalle visual, el lloro de la vid es un indicador de que el viñedo está en equilibrio. Su correcta expresión depende de factores como la humedad del suelo, la temperatura y la salud de la planta.
Un dato curioso es que la savia que brota contiene compuestos antimicrobianos que protegen la vid de infecciones, demostrando que la naturaleza tiene su propio sistema de defensa.
El lloro marca el comienzo de una nueva añada y, con él, la promesa de una cosecha que dará vida a futuros vinos.
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