Tiempo, esfuerzo y tradición: este es el origen de nuestra bodega

En Bodegas Alejandro, el vino es más que una bebida: es la herencia de generaciones que han trabajado la tierra con esfuerzo y pasión. No solo conservamos la esencia de nuestra historia en cada botella, sino también en las herramientas que usaron nuestros antepasados, piezas que aún hoy nos recuerdan de dónde venimos.

El viejo carro de vendimia, que recorría los campos cargado de uvas; el falsón, donde se acumulaban los frutos antes de ser prensados; la prensa antigua, con la que se extraía el mosto gota a gota; las cribas, indispensables para limpiar y seleccionar la uva… Cada uno de estos objetos es un testimonio silencioso de una época en la que el vino se hacía con paciencia, con manos curtidas por el sol y con el conocimiento transmitido de padres a hijos.

Entre ellos, también encontramos una vieja despalilladora, una máquina que en su momento representó un gran avance, separando los racimos del raspón para mejorar la calidad del mosto. Su madera desgastada y sus engranajes de hierro no solo hablan del paso del tiempo, sino del valor de aquellos que trabajaban con ella.

Pero si hay un tesoro que realmente encapsula nuestra historia, son nuestros toneles de Fondillón con solera de 1973. Más de 15.000 litros de un vino único, envejecido durante décadas, testigos del paso del tiempo y guardianes de la tradición alicantina. No es solo un privilegio, es un honor: nuestra bodega está catalogada por la DO Alicante como una de las tres con mayor cantidad de Fondillón.

Hoy, en nuestra bodega, estas piezas no son solo objetos antiguos, sino el alma de nuestra historia. Son el reflejo de un compromiso inquebrantable con la tradición, un recordatorio de que, aunque la tecnología avance, la esencia del buen vino siempre estará en el respeto por la tierra y por quienes la han trabajado antes que nosotros.

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